No me siento bien por que no me da la gana, por que hoy se me antoja la estoicidad como algo blando y ridículo y me da la gana de refunfuñar y cabrearme. Me apetece despotricar contra los pequeños inconvenientes del día a día así como de la melindrez humana. También me apetece criticar fieramente los defectos de los demás a pesar de que, seguramente, los míos sean aún mas insoportables.
Por ejemplo, me cabreo con el microhondas por que me mantiene, desde hace días, en profunda tensión por que flirtea con el fin de sus días. Ahora que sabe que también la aspiradora, flor de mi vida, la niña de mis ojos, ha claudicado, le apetece tontear, remolonear y quejarse para que su fin sea sonado, al menos tan doloroso como el de la aspiradora. Pero es normal, todos queremos ser los protagonistas de algo o de la vida de alguien.
Me apetece avinagrar mi día viendo pasar algunos infraseres delante de mi mesa haciendo alarde de su estupidez y de su minúscula humanidad. Se me antoja pertinente regalar mi desprecio y mi indiferencia a los que me huyen y no dan la cara, por muy directores que sean o por muy secretarias venidas a mas con aires de importancia. Soy así de generosa.
Me da la gana de sentir náuseas ante este país de cafres pre-simios involucionados con incapacidades emocionales y comunicativas que rozan la ciencia ficción, me da la gana de tener ganas de exterminar a la raza humana cuando veo los miles de animales abandonados a su suerte, la mayoría torturados. Me da la gana de frustrarme hasta la extenuación cuando veo que cosas obvias pasan desapercibidas, cuando veo que se tolera que las perreras dejen morir de hambre y de sed a los animales, hacinados como en pequeños campos de concentración, cuando se comercia con los animales como una mercancía mas, de esa de la que puedes deshacerte en cualquier momento si no es de tu agrado sin el menor control y ante la indiferencia de todos, en los grandes almacenes, en la calle, esas pequeñas tiendas en las que a las maravillosas familias de clase media con coche nuevo, la parejita y una vida consultoril y de supermercado se para frente a los escaparates mientras mira con hilaridad a esas pequeñas mascotas. ¡Qué monada!, si señor, qué graciosas sus caritas tras el cristal. Y si, me enerva que nadie se de cuenta de que esas monadas están vivas y viven recluidas en pequeños cubículos durante meses sin poder disfrutar de su infancia, sin relacionarse, sin recibir cariño, sin calor, sin juegos, tras un cristal, para divertimento de las humanidades blandas. Muchos de esos pequeños se hacen adultos en apenas medio metro cuadrado.
También odio la condescendencia que inspira una mujer en algunos ámbitos.
Odio no llegar a fin de mes.
Así pues, me da la gana de ser como soy y me da la gana de reclamar mi espacio, por que ya estoy mayor y cansada como para dar explicaciones, por que yo no las pido. Me da la gana de cabrearme cuando me juzgan y me castigan, sobre todo si es injustamente, me da la gana de fumar cuando me paso las noches en vela.
Y me da la gana de enfadarme y no tolerar la desaprobación ajean, sobre todo de los que creen saber y no saben, de los que dicen querer y no quieren , de los quieren y no pueden , de los que pudiendo no quieren… de los que no saben lo que quieren.